Gente Guapa de Nueva Carteya




Esta calle me traía especiales recuerdos, no sólo porque está justo al lado de mi calle, la calle San Juan, donde vivían mis abuelos Miguel y Eladia, y ahora viven mi tía Eladia y mi tío Francisco junto a mis primos Eladio y Francisco, sino porque en esta calle habitaba mi amiga de adolescencia, Dolores la Espejeña, mujer encantadora y cariñosa, a la que tuve ocasión de saludar antes de venirme.
El patio de la casa de los abuelos ya no es exactamente el que mi tía Eladia tiene ahora cubierto de preciosas macetas. También la casa ha tenido muchas modificaciones con el paso del tiempo, lógicamente. Yo recuerdo aquel patio mucho más grande, con la parra en la puerta, las gallinas al fondo e incluso el burro que tenía mi abuelo Miguel, y una morera, la cual desapareció hace ya muchísimos años. Pero sea como fuere, y a pesar de los cambios, ese patio es el patio donde yo holgazaneaba, regaba los geranios, cosía, escribía, leía, o, simplemente, soñaba...
Esta señora, de la cual desconozco el nombre, vive subiendo la calle San Juan y tiene en su puerta unas macetas cubiertas de flores tan preciosas que daba gloria verlas. Ascender por la calle San Juan, ahora, es mucho más cómodo que cuando yo correteaba con los demás mocosos por aquellas piedras y aquellas esquinas. Tiempo atrás ese tramo de la calle era de escalones y a mí, en mi pequeñez, me parecía interminable. Solía subirla, algunos días, con el chache Frasquito, un tío de mi padre. El chache Frasquito me llevaba hasta el depósito del agua y mientras él manipulaba en el depósito yo recogía flores y miraba bouche bée, como diría un francés, es decir, con la boca abierta ante tanto esplendor como nos rodeaba. No hace mucho supe, por así indicarlo en la página de Francisco Julio su hijo José María, que le llamaban el tío de las fuentes, y ciertamente el nombrecito le venía muy bien al chache Frasquito.
Esta otra señora tan entretenida con su ganchillo también vive en la calle San Juan. E igualmente no sé cuál es su nombre. Entre fotografiar flores y a sus dueños, se nos olvidó pedirles el nombre. Una lástima...
Y aquí el matrimonio posando juntos. No sé si ellos llegarán a saber que están en esta página, que sus rostros serán vistos en el mundo entero por todo aquel que hasta este blog llegue, pero espero que sí. Quiero creer que les alegraría saberlo.

La señora que está al lado de Ángel no sé si será su abuela, su tía o quizá su madre. No lo sé. Tan sólo sé que tuvo la amabilidad de dejarme fotografiar al nene y a ella misma. Y aquí están, confiados y sonrientes, mirando a todo aquel que quiera verles a ellos.

Y este es mi papá, de nuevo, Antonio Polo Cantero, un carteyano que disfruta viniendo a su pueblo, para visitar a sus hermanas y sobrinos, hablar con sus amigos de la infancia, como Antonio Cuevas, al que pude saludar en estos días, y para pasear por la carretera, mirando los montes, los olivos, las higueras...
Y mi mamá, Dolores Soler, mujer alegre, cariñosa, de voz eternamente joven, tan joven como ella, a pesar de la edad. Mi mamita linda, que me hace rosquitos fritos y me compra magdalenas ricas que saben a magdalenas, no como las industriales que te comes una y parece que te comes un ladrillo, por lo pesadas que son.
Y esta señorita tan sonriente, tan picarona -espero, Carmencita, que ya hayas encontrado la palabra en el diccionario- y tan compuesta es la niña de mi prima Carmen. Carmencita va a recibir la primera comunión en un par de semanas. Me estuvo contando al detalle cómo será su vestido de pequeña novia, el lazo que lucirá en el pelo, el reportaje que ya está hecho pero que aún no les han entregado... Carmen irá a la biblioteca para leer lo que he escrito sobre ella, para ver su foto publicada. Sabe que si quiere dejarme algún comentario y no atina sólo tendrá que decírselo a su amiga María José, de la biblioteca, y ella, estoy segura, sabrá cómo tiene que hacerlo, porque es muy fácil dejar un mensaje en el blog, si así se desea.
Esta estupenda mujer es mi prima Carmen, la madre de Carmencita. La pillé en plena faena cocinando los caracoles en unas ollas enormes, esos caracoles riquísimos que mi tía Carmen y ella preparan, ya sea de los gordos en salsa, o de los chiquitos con un líquido picante, y que mi primo Vicente, en el bar Las Palmeras, se encarga de repartir por las mesas cuando los parroquianos se lo piden. Hacía tanto tiempo que no tomaba caracoles que el vaso que mi prima me sirvió me supo riquísimo.
Ahora ya sí conozco los nombres de estos chicos: Chesca, El Capi, Manolin, Garo, Calero, Nono, Melli, Fede, Lou y Raul.
(Para ver mejor la imagen, pinchar sobre ella)
Tras visitar el parque, con sus árboles olorosos y sus maravillosas rosas, visitamos otra cruz que se encontraba cerca y después cruzamos delante de este bar donde un grupo de jóvenes se hallaban reunidos. Les hice la foto y les dije que la pondría en uno de mis blog, en Nómadas. Pensé que se les olvidaría el nombre del blog en cuanto desapareciéramos al final de la calle, pero me equivoqué porque al día siguiente por la tarde, al entrar en la iglesia, donde se celebraba una boda, vi a uno de ellos -mejor dicho, él me vió a mí, (el tercer chico de la foto, por la derecha), porque yo no tenía ni idea- y se nos acercó y repitió el nombre del blog. Bueno... al menos podrá llegar hasta aquí y verse él mismo y a sus amigos.
Ese día ya no hicimos más fotos, ni de calles, ni de flores, ni de personas. Pero aún quedaban días para disfrutar. Esos días son los que iré relatando durante esta semana en mi blog Nómadas, por si alguien quiere pasarse por allí y leerlo.
Por el momento doy fin a esta entrada sobre algunos carteyanos, aparte de mi familia, con los que durante unos minutos tuvimos la suerte de contactar y de hablar.
Si alguien estuviera interesado en tener alguna de las fotos, puedo enviársela a la dirección que me indiquen. Mi dirección de correo electrónico es: mcarmen.polo@gmail.com
Etiquetas: Córdoba, Gente, Nueva Carteya